Esta columna fue publicada originalmente por El Nuevo Día el 18 de agosto de 2021
El COVID-19 nos ha afectado a todos de maneras inimaginables, especialmente a nuestros hijos y su educación. El aprendizaje remoto fue un desafío que la mayoría de las escuelas no estaba preparadas o equipadas para enfrentar.
Esta semana, mientras cientos de escuelas públicas están recibiendo de vuelta a los estudiantes, quedan muchos desafíos por delante. Pero Puerto Rico también tiene una oportunidad real de reformar y mejorar nuestro sistema de educación para las futuras generaciones. Debemos ser diligentes y aprovechar esta oportunidad.
Durante los últimos meses, el Departamento de Educación (DE) había asegurado que 756 de las 858 escuelas podrían reabrir. Para ello, brindó materiales a más de 261,000 estudiantes y organizó talleres para directores escolares durante la conferencia anual del DE a principios de este mes. Además, la Universidad de Puerto Rico capacitó a más de 20,000 maestros en aprendizaje socioemocional, diversas estrategias de instrucción, técnicas de respuesta a la intervención para identificar a los estudiantes con necesidades educativas y conductuales diversas.
El DE también reveló los detalles de un plan estratégico de cinco años que establece sus prioridades – ahora y de cara al futuro. Ello incluye descentralizar al DE, forjar un compromiso más profundo con los padres, mejorar las prácticas de contratación de maestros y mejorar la responsabilidad fiscal, todo para elevar el nivel de las expectativas académicas que comienzan con el personal directivo y trascienden a cada aula en Puerto Rico.
Esos son pasos importantes para mejorar el sistema educativo. Pero no debemos detenernos aquí. El Plan Fiscal ‘21 y el Presupuesto ‘22 trazan la ruta para llevar al DE mucho más lejos y provee fondos para lograrlo. También, incluye incentivos para que el DE priorice los cambios necesarios a fin de que el sistema ofrezca un mejor servicio a nuestros niños. Por ejemplo, incluye un bono de una sola vez de $1,500 para los directores escolares cuyas escuelas tengan un buen rendimiento en las tarjetas de puntuación utilizando datos como las calificaciones de los estudiantes y los índices de asistencia, así como una competencia de innovación que otorga $100,000 a 10 escuelas por cada una de las 7 regiones.
Durante el año fiscal ‘22 el DE tendrá acceso a sobre $9,000 millones, que incluyen $3,300 millones del Presupuesto Certificado y fondos que provienen de paquetes de ayuda ante el COVID-19 y de FEMA. Para esta gran cantidad, la Junta de Supervisión se encuentra trabajando con el DE para desarrollar un plan a largo plazo que asegure que los fondos se inviertan de manera que beneficie a todos los niños del sistema.
La oportunidad de reconstruir y restaurar el sistema educativo nunca ha sido mayor. Y los desafíos son significativos. En 2015, Puerto Rico ocupó el puesto 67 de 73 sistemas educativos en puntuaciones promedio (de estudiantes de 15 años), en la escala de alfabetización matemática del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés). Según las propias pruebas del DE, en 2019, solo 45% de los estudiantes dominaba el español, 39% el inglés y 30% las matemáticas. La pandemia no puede sino exacerbar aún más esta preocupante tendencia.
Por eso no debemos desperdiciar esta inyección de fondos federales. Ahora tenemos la oportunidad de llevar a cabo reformas estructurales relevantes que rindan fruto a largo plazo. Cuanto antes, mejor.
El Plan Fiscal traza una ruta detallada para las reformas estructurales que necesitamos a fin de brindarles a los estudiantes la educación de alta calidad que merecen. El DE debe primero establecer una base estratégica y operacional en la oficina central, con un director de operaciones que supervise la aplicación diaria de las reformas. Además, la agencia está en proceso de contratar a un director financiero que pueda administrar los fondos de manera responsable y eficaz, de modo que se utilicen para maximizar el valor para los niños y los maestros.
El DE también necesita implementar una reforma curricular que se centre en las mejores prácticas basadas en la evidencia, pero también lo suficientemente flexible para satisfacer las diversas necesidades de aprendizaje de los estudiantes, incluyendo Educación Especial.
Debemos aprovechar la oportunidad hoy para llevar el sistema educativo al Siglo 21 y trabajar hacia un cambio duradero que ayude a nuestros hijos a alcanzar el éxito. Una educación de primera tiene como norte el aprendizaje eficaz, invertir el dinero sabiamente y el futuro de nuestros hijos. La educación es la piedra angular de una economía en crecimiento que ofrece buenos empleos y prosperidad. Juntos podemos hacerlo realidad. Nuestros hijos lo merecen.